AquÃ, como en muchos otros pueblos musulmanes de todo el mundo, las relaciones sociales y el movimiento de las mujeres son a menudo restringidos y controlados por miembros varones de la familia. AyÅŸe es una niña de 17 años de edad que asiste al Imam Hatip Lisesi, una escuela secundaria fundada originalmente para capacitar a imanes que trabajaban para el gobierno y que luego se convirtió en una escuela de educación religiosa para niños y niñas. A diferencia de sus hermanos, que después de la escuela pasan la mayor parte del tiempo fuera de casa, paseando con sus amigos y jugando a juegos en lÃnea en los cibercafés, AyÅŸe pasa la mayor parte de las tardes y las noches en su casa; a veces sola, a veces con sus hermanas y sus primas.
A AyÅŸe le encantarÃa pasar más tiempo fuera de casa y conocer gente nueva, pero esto le está prohibido. Asà que en lugar de eso pasa muchas horas al dÃa con su pequeño teléfono inteligente, conectada en secreto a la red inalámbrica de sus vecinos. Tiene un perfil de Facebook con un nombre falso y la imagen de un ramo de flores como foto de perfil. Tiene unos cuantos cientos de amigos de Facebook, de TurquÃa occidental, Europa y otros paÃses de Asia. Sólo unos pocos amigos de la escuela saben de esta cuenta. Ninguno de sus familiares sabe lo más mÃnimo sobre su vida en lÃnea paralela y estas nuevas amistades que escapan al control familiar.
Las redes sociales han proporcionado a muchas mujeres jóvenes la oportunidad de forjar nuevas relaciones sociales que no podrÃan existir en el mundo fuera de lÃnea. En este sentido, sin duda han contribuido a aumentar la igualdad de género en lÃnea. Pero, salvo en algunos casos esporádicos, esto no se traduce en oportunidades para ampliar la propia red social en el mundo fuera de lÃnea, donde las expectativas sociales acerca del comportamiento de las mujeres y los hombres siguen siendo radicalmente diferentes.
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